El equipo de la Escuela sigue intentando ayudaros en estos tiempos tan difíciles, y por ello nuestro Psicólogo Marcelino Ruiz de Arcaute nos da unos conejitos.
¡¡¡ Vamos a la cama que hay que descansar !!!
Quizás a algunos os suene la frase. A vuestro padres seguro que les trae muchos recuerdos.
Aquí está el enlace si deseáis recordar la cancioncita: https://www.youtube.com/watch?v=gLui4uWtglU
La intensiva y prolongada convivencia con los hijos va a poner a prueba nuestras habilidades educativas. Una de ellas es la de acostarles todas las noches.
¿Le ocupa y le preocupa el tema? Sí. Entonces, puede seguir leyendo.
¿No le interesa ni le preocupa? No. Pues, puede dejar de leer los siguientes comentarios.
Los cambios a los que nos ha obligado el coronavirus no tienen que alterar nuestros hábitos fundamentales de vida en familia.
Mantener las rutinas del sueño y la vigilia son buenos para los niños… y para los padres.
¿Qué tiene de positivo y de negativo mantener estos hábitos?
Positivo al mantener los hábitos:
- Las rutinas son de gran utilidad para el niño y para la convivencia familiar.
- Es beneficioso mantener la regularidad de sueño y vigilia en paralelo con las horas de luz y de oscuridad.
- Pasados unos días, los niños se acostumbran y las aceptan con relativa facilidad.
- El resto de la jornada se ve favorecida por un buen descanso.
Negativo al mantener los hábitos:
- Requiere de un plan de actuación firme y acordada en pareja. Las acciones aisladas y puntuales no conforman los hábitos.
- Hay que aceptar sus quejas y sus lloros aunque nos duela el malestar que nos muestra “nuestro querido retoño”.
- Hay que superar la idea de que somos malos padres por “someterles a la tortura de la reclusión en la cama”.
- Hay que ser constantes y tener visión a medio/largo plazo.
¿Cómo? Algunas reglas fundamentales:
- Avisarle unos minutos antes de que pronto se tiene que ir a dormir.
- Dedicarle un tiempo, unos 20 – 30 minutos, a darle atención exclusiva y afectuosa, durante el aseo, el acostarse, el cuento y la despedida final.
- Después de la despedida, minimizar las conversaciones y los contactos en el caso de que los provoque. Minimizar es minimizar, lo mínimo posible. Frases cortas y simples: “No”, “mañana”, “vale”, “a dormir”, etc.
- Evitar todo tipo de riñas, recriminaciones o quejas por nuestra parte como, por ejemplo: “ya está bien”, “no seas pesado”, “estoy harto/a”, “cállate de una vez”, etc.
- Mantener la paciencia y reforzar la constancia en las pautas de actuación. De este modo, el niño acepta las rutinas como algo normal de la vida.
Ahora, usted decide:
- Le dejamos que él disponga cuando se acuesta y, consiguientemente, aceptamos los inconvenientes correspondientes, no quejándonos de los malos tragos que conlleva el acostarse tarde.
- Trabajamos para establecer una rutina, aunque nos suponga tener que aceptar sus muestras de queja y de pena.
Marcelino Ruiz de Arcaute Martínez
Psicólogo. Nº de colegiado: M-27251